SGS
Sabemos que todos los estados en la naturaleza son de equilibrio, basta con que alguna circunstancia cambie para que se produzca el desequilibrio y mute. Solamente los enamorados y los alcohólicos pretenden que su estado sea permanente. El estado de felicidad supone un equilibrio especialmente inestable y sobre esta evidencia basa precisamente el cristianismo su promesa de felicidad únicamente en la otra vida (fue San Agustín, basándose en Aristóteles, quien lo argumentó de forma definitiva), lo cual es bastante cómodo, porque, ¿quién va a volver para rebatirlo?
Hay quien asegura que la felicidad produce un estado bovino incapaz de cualquier progreso espiritual y material. Orson Wells expresó este pensamiento muy gráficamente al hacer decir a Harry Line en el Tercer Hombre: “En Italia durante treinta años de terror de los Borgia surgieron Miguel Ángel y el Renacimiento. En Suiza durante quinientos años de paz y democracia, el resultado fue el reloj de cuco”.
No es que la felicidad, convencido de su fugacidad, haya sido un tema sobre el que me haya documentado especialmente, y lo poco que he leído acerca de ella han sido textos de filósofos. Ahora ha caído en mis manos un breve volumen escrito por un psiquiatra, Luis Rojas Marcos (“Nuestra felicidad”, Espasa), que además de ser de fácil lectura es ameno. Aporta una nueva visión para mí: “Cada día se acumulan más datos que respaldan la teoría de que la felicidad de los seres humanos responde a un mecanismo esencialmente bioquímico que se activa en el cerebro por causas diversas y se exterioriza de múltiples maneras. Las personas que gozan de esta sensación placentera de dicha la interpretan con significados tan personales como diferentes”. Es la visión bioquímica de la felicidad y una interpretación subjetiva que cada persona hace de la misma. El libro respira optimismo y el autor cree que la mayoría se cree feliz la mayor parte del tiempo.
A pesar de su convencimiento en el carácter esencialmente subjetivo de la felicidad y de que la mayoría de los filósofos inciten a la búsqueda interior de la misma, reconoce que para ser feliz es necesario cierto confort material y una buena calidad de las relaciones con los demás, así como cierta seguridad en que esas condiciones se mantendrán y cita a Bertrand Rusell que lanzaba el siguiente desafio: “Cualquiera que opine que la felicidad proviene exclusivamente de nuestro mundo interior, que pruebe a pasarse treinta y seis horas en una tempestad de nieve con solo cuatro harapos y sin comida”.
En la situación de crisis económica generalizada en la que nos encontramos me parecen oportunas estas reflexiones, porque seguramente muchos estados de felicidad se están desequilibrando en estos momentos. Donde no hay harina todo es mohina.
Antonio Envid Miñana.
Doce me marzo de 2007
Tienes toda la razón Antonio, acaso existiría este maravilloso blog?
ResponderEliminarNo hagan ustedes caso de la fecha que hay al pie del artículo, no se de donde se ha colado.
ResponderEliminar¿este maravilloso blog, estimado anónimo, es fruto de la felicidad o es que produce mucha felicidad el leerlo?
En definitiva escribimos todos aquellos que no estamos satisfechos con la realidad y hemos descubierto que podemos cambiarla aplicando el vidrio de nuestra interpretación.
¿No son mucho más reales los extraordinarios y delirantes diálogos que nos presenta Servando que los manidos tópicos que escuchamos, y decimos, habitualmente?
En efecto me refería a que es la infelicidad la que inspira estos escritos que a su vez producen felicidad, o a lo mejor diría esperanza cuerda....
ResponderEliminarMe recuerda a esta herramienta que usan los cocineros para adornar las tartas...la presion que se hace desde arriba hace que surja un hilo de palabras que adornan nuestra vida, porque creo que hay que pintársela...